YO FUI UNA VEZ UN HOMBRE INVISIBLE
Sí, señoras y señores. Ésa es mi condición. Soy un hombre invisible, como la cálida brisa, o como ese último pensamiento efímero que se pierde antes de ser vencido por el sueño. Pero, por favor, espero que no me malinterpreten, no deben tomarse mis palabras al pie de la letra. Soy de carne y hueso, y cada día que me levanto veo mi propio reflejo en el espejo de mi cuarto de baño.
¡No, no se vayan, por favor!
Deben dejar explicarme, no les robaré mucho tiempo,
lo prometo.
Ahora, en
este preciso instante, mientras pronuncio estas apresuradas palabras, estoy
sentado en la barandilla de la torre del Miguelete, el campanario de la
Catedral de Valencia, la ciudad donde yo nací.