EL MALETÍN
No tardaría en salir.
Claudia, apostada tras los setos que circundaban su jardín, podaba los
rosales con cierta destreza, un tallo marchito por aquí, un ramo enmarañado por
allá.
Corría el mes de marzo, la primavera se aproximaba al comienzo de la
pubertad y el sol destellaba agradablemente en un cielo raso y azul. Claudia
había optado esa mañana por un sombrero de paja de ala ancha, no solo para
protegerse del sol, sino para ocultar su mirada, que estaba más pendiente de la
casa de enfrente que de la poda de los rosales.